Tercer Nefi, El Libro de Nefi, hijo de Nefi que era hijo de Helamàn.

Y Helamán era hijo de Helamán, que era hijo de Alma, el hijo de Alma, el cual era descendiente de Nefi, que era hijo de Lehi, quien salió de Jerusalén el primer año del reinado de Sedequías, rey de Judá.


CAPÍTULO 1


Nefi, hijo de Helamán, parte de la tierra, y su hijo Nefi conserva los anales—Aunque abundan las señales y las maravillas, los inicuos hacen planes para matar a los justos—Llega la noche del nacimiento de Cristo—Se da la señal y aparece una nueva estrella—Aumentan las mentiras y los engaños, y los ladrones de Gadiantón asesinan a muchos. Aproximadamente 1—4 d.C.

1 Y aconteció que el año noventa y uno había concluido, y habían pasado aseiscientos años de la época en que Lehi salió de Jerusalén; y fue el año en que Laconeo era juez superior y gobernador en toda la tierra.

2 Y Nefi, hijo de Helamán, había partido de la tierra de Zarahemla, dando a su hijo aNefi, que era su hijo mayor, el cargo concerniente a las bplanchas de bronce y todos los anales que habían sido conservados, y todas aquellas cosas que se habían guardado sagradas desde la salida de Lehi de Jerusalén.

3 Entonces salió de esa tierra, y nadie sabe aadónde se fue; y su hijo Nefi llevó los anales en su lugar, sí, los anales de este pueblo.

4 Y sucedió que a principios del año noventa y dos, he aquí, empezaron a cumplirse más plenamente las profecías de los profetas; porque empezó a haber mayores señales y mayores milagros entre el pueblo.

5 Pero hubo algunos que empezaron a decir que ya había pasado el tiempo para que se cumplieran las palabras que ahabló Samuel el Lamanita.

6 Y empezaron a reírse de sus hermanos, diciendo: He aquí, ya se pasó el tiempo, y no se han cumplido las palabras de Samuel; de modo que han sido en vano vuestro gozo y vuestra fe concernientes a esto.

7 Y aconteció que hicieron un gran alboroto por toda la tierra; y las personas que creían empezaron a apesadumbrarse en gran manera, no fuese que de algún modo no llegaran a verificarse aquellas cosas que se habían declarado.

8 Mas he aquí, esperaban firmemente la llegada de ese día y esa noche y otro día, que serían como un solo día, como si no hubiera noche, a fin de saber que su fe no había sido en vano.

9 Y sucedió que los incrédulos fijaron un día en el cual se habría de aplicar la apena de muerte a todos aquellos que creyeran en esas tradiciones, a menos que se verificase la señal que había indicado el profeta Samuel.

10 Y ocurrió que cuando Nefi, hijo de Nefi, vio esta iniquidad de su pueblo, su corazón se afligió en extremo.

11 Y acaeció que fue y se postró en tierra y clamó fervorosamente a su Dios a favor de su pueblo, sí, aquellos que estaban a punto de ser destruidos por motivo de su fe en la tradición de sus padres.

12 Y sucedió que atodo ese día imploró fervorosamente al Señor, y he aquí, la voz del Señor vino a él, diciendo:

13 Alza la cabeza y sé de buen ánimo, pues he aquí, ha llegado el momento; y esta noche se dará la señal, y amañana vengo al mundo para mostrar al mundo que he de cumplir todas las cosas que he hecho bdeclarar por boca de mis santos profetas.

14 He aquí, avengo a los míos para bcumplir todas las cosas que he dado a conocer a los hijos de los hombres desde la cfundación del mundo, y para hacer la voluntad dasí la del Padre como la del Hijo: la del Padre por causa de mí, y la del Hijo por causa de mi carne. He aquí, ha llegado el momento y esta noche se dará la señal.

15 Y aconteció que se cumplieron las palabras que se dieron a Nefi, tal como fueron dichas; porque he aquí, a la puesta del sol, ano hubo obscuridad; y el pueblo empezó a asombrarse porque no hubo obscuridad al caer la noche.

16 Y hubo muchos, que no habían creído las palabras de los profetas, que acayeron a tierra y se quedaron como si estuviesen muertos, pues sabían que se había frustrado el gran bplan de destrucción que habían tramado contra aquellos que creían en las palabras de los profetas; porque la señal que se había indicado estaba ya presente.

17 Y empezaron a comprender que el Hijo de Dios pronto aparecería; sí, en una palabra, todos los habitantes sobre la faz de toda la tierra, desde el oeste hasta el este, tanto en la tierra del norte como en la tierra del sur, se asombraron a tal extremo que cayeron al suelo;

18 porque sabían que los profetas habían dado testimonio de esas cosas por muchos años, y que la señal que se había indicado ya estaba a la vista; y empezaron a temer por motivo de su iniquidad e incredulidad.

19 Y sucedió que no hubo obscuridad durante toda esa noche, sino que estuvo tan claro como si fuese mediodía. Y aconteció que en la mañana el sol salió de nuevo, según su orden natural; y entendieron que ése era el día en que había de anacer el Señor, por motivo de la señal que se había dado.

20 Y habían acontecido, sí, todas las cosas, toda partícula, según las palabras de los profetas.

21 Y aconteció también que apareció una nueva aestrella, de acuerdo con la palabra.

22 Y sucedió que de allí en adelante Satanás empezó a esparcir mentiras entre el pueblo, para endurecer sus corazones, a fin de que no creyeran en aquellas señales y prodigios que habían visto; pero a pesar de estas mentiras y engaños, la mayor parte del pueblo creyó y se convirtió al Señor.

23 Y ocurrió que Nefi salió entre el pueblo, y también muchos otros, bautizando para arrepentimiento, con lo cual hubo una gran aremisión de pecados. Y así, el pueblo de nuevo empezó a gozar de paz en la tierra.

24 Y no hubo contenciones, con excepción de unos pocos que empezaron a predicar, intentando probar por medio de las Escrituras, que ya no era anecesario observar la ley de Moisés; mas en esto erraron, por no haber entendido las Escrituras.

25 Pero acaeció que no tardaron en convertirse, y se convencieron del error en que se hallaban, porque se les hizo saber que la ley no se había acumplido todavía, y que era necesario que se cumpliera sin faltar un ápice; sí, llegó a ellos la palabra de que era necesario que se cumpliese; sí, que ni una jota ni una tilde pasaría sin que todo se cumpliese; por tanto, en este mismo año se les hizo saber su error, y bconfesaron sus faltas.

26 Y así concluyó el año noventa y dos, trayendo alegres nuevas al pueblo por motivo de las señales que se manifestaron, conforme a las palabras de profecía de todos los santos profetas.

27 Y aconteció que el año noventa y tres también pasó en paz, con excepción de los ladrones de aGadiantón, que habitaban las montañas e infestaban el país; porque tan fuertes eran sus guaridas y escondrijos, que el pueblo no pudo vencerlos; por tanto, cometieron muchos asesinatos y causaron gran mortandad entre el pueblo.

28 Y sucedió que empezaron a aumentar considerablemente en el año noventa y cuatro, porque hubo muchos disidentes nefitas que se refugiaron entre ellos; y esto causó mucha tristeza a los nefitas que permanecieron en la tierra.

29 Y también hubo causa de mucha tristeza entre los lamanitas; porque he aquí, tenían muchos hijos que crecieron y aumentaron en años hasta actuar por sí mismos, y unos que eran azoramitas los indujeron, con sus mentiras y sus palabras aduladoras, a unirse a esos ladrones de Gadiantón.

30 Y así fueron afligidos también los lamanitas, y empezaron a decaer en cuanto a su fe y rectitud, por causa de la iniquidad de la nueva generación.


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CAPÍTULO 2

La iniquidad y las abominaciones aumentan entre el pueblo—Los nefitas y los lamanitas se unen para defenderse de los ladrones de Gadiantón—Los lamanitas convertidos se vuelven blancos y son llamados nefitas. Aproximadamente 5—16 d.C.
1 Y sucedió que así pasó el año noventa y cinco también, y el pueblo comenzó a olvidarse de aquellas señales y prodigios que había presenciado, y a asombrarse cada vez menos de una señal o prodigio del cielo, de tal modo que comenzaron a endurecer sus corazones, y a cegar sus mentes, y a no creer todo lo que habían visto y oído,
2 imaginándose alguna cosa vana en sus corazones, que aquello se efectuaba por los hombres y por el poder del diablo para extraviar y aengañar el corazón del pueblo. De este modo Satanás de nuevo se apoderó del corazón de los del pueblo, al grado que les cegó los ojos y los condujo a creer que la doctrina de Cristo era una cosa insensata y vana.
3 Y ocurrió que el pueblo empezó a aumentar en la iniquidad y en las abominaciones; y no creyeron que se manifestarían más señales ni prodigios; y Satanás aandaba por todas partes extraviando el corazón de los del pueblo, tentándolos y haciéndoles cometer grandes iniquidades en la tierra.
4 Y así pasó el año noventa y seis; y también el año noventa y siete; asimismo el año noventa y ocho, y el noventa y nueve;
5 y también habían transcurrido cien años desde los días de aMosíah, que había sido rey de los nefitas.
6 Y habían pasado seiscientos nueve años desde que Lehi había salido de Jerusalén.
7 Y habían pasado nueve años desde la ocasión en que se manifestó la señal de que hablaron los profetas, tocante a que Cristo vendría al mundo.
8 Ahora bien, los nefitas empezaron a calcular su tiempo desde esta ocasión en que se manifestó la señal, o sea, desde la venida de Cristo; por tanto, habían pasado ya nueve años.
9 Y Nefi, el padre de aquel Nefi que tenía a su cargo los anales, ano volvió a la tierra de Zarahemla, ni se le pudo hallar en toda la tierra.
10 Y sucedió que a pesar de las muchas predicaciones y profecías que se difundieron entre ellos, el pueblo perseveró en su iniquidad; y así pasó también el año décimo; y el año once igualmente pasó en la iniquidad.
11 Y sucedió que en el año trece empezó a haber guerras y contiendas por toda la tierra; porque los ladrones de Gadiantón se habían hecho tan numerosos, y mataban a tantos de los del pueblo, y asolaban tantas ciudades, y causaban tanta mortandad y estragos por toda la tierra, que fue menester que todo el pueblo, nefitas así como lamanitas, tomase las armas contra ellos.
12 Por tanto, todos los lamanitas que se habían convertido al Señor se unieron a sus hermanos, los nefitas, y se vieron obligados, para proteger sus vidas, y a sus mujeres y sus hijos, a tomar las armas contra aquellos ladrones de Gadiantón; sí, y también para preservar sus derechos, y los privilegios de su iglesia y de su adoración a Dios, y su aindependencia y su blibertad.
13 Y sucedió que antes que hubiese concluido este año trece, amenazó a los nefitas una destrucción completa a causa de esta guerra, que había llegado a ser grave en extremo.
14 Y aconteció que aquellos lamanitas que se habían unido con los nefitas fueron contados entre éstos.
15 Y les fue quitada su amaldición, y su piel se tornó bblanca como la de los nefitas;
16 y sus jóvenes varones y sus hijas llegaron a ser sumamente bellos, y fueron contados entre los nefitas, y fueron llamados nefitas. Y así concluyó el año trece.
17 Y sucedió que al empezar el año catorce continuó la guerra entre los ladrones y el pueblo de Nefi, y se agravó en extremo; no obstante, los nefitas aventajaron en algo a los bandidos, al grado de que los echaron de sus tierras a las montañas y a sus escondrijos.
18 Y así concluyó el año catorce. Y en el año quince vinieron contra el pueblo de Nefi; y debido a la iniquidad de los nefitas, y sus muchas contenciones y disensiones, los ladrones de Gadiantón lograron aventajarlos de muchas maneras.
19 Y así concluyó el año quince, y así se encontraba el pueblo en un estado de muchas aflicciones; y la aespada de la destrucción se cernía sobre ellos, al grado de que estaban a punto de ser heridos por ella; y esto a causa de su iniquidad.
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CAPÍTULO 3

Giddiani, el jefe de la banda de Gadiantón, exige que Laconeo y los nefitas se rindan y que entreguen sus tierras—Laconeo nombra a Gidgiddoni para que sea el capitán principal de los ejércitos—Los nefitas se congregan en Zarahemla y en la tierra de Abundancia para defenderse. Aproximadamente 16—18 d.C.
1 Y sucedió que en el año dieciséis desde la venida de Cristo, Laconeo, gobernador de la tierra, recibió una epístola del jefe y caudillo de esta banda de ladrones; y éstas eran las palabras que habían sido escritas, y decían:
2 Laconeo, excelentísimo gobernador principal de la tierra: He aquí, te escribo esta epístola, y te doy el más amplio elogio por causa de tu firmeza, y también por la firmeza de tu pueblo, al mantener lo que suponéis que es vuestro derecho y libertad; sí, bien perseveráis, como si os sostuviese la mano de un dios, en la defensa de vuestra libertad, y vuestras propiedades y vuestro país, o lo que así llamáis vosotros.
3 Y me parece una lástima, excelentísimo Laconeo, que seáis tan insensatos y tan vanos para suponer que podéis sosteneros contra tantos hombres valientes que tengo bajo mis órdenes, que en estos momentos están sobre las armas, y que esperan con gran ansiedad la orden: Caed sobre los nefitas, y destruidlos.
4 Y yo conozco su indomable espíritu, habiéndolos puesto a prueba en el campo de batalla, y sabiendo del odio eterno que os tienen, por motivo de los numerosos agravios que les habéis causado; por tanto, si descendieran sobre vosotros, os visitarían con una completa destrucción.
5 Por tanto, he escrito esta epístola, sellándola con mi propia mano, interesándome en vuestro bienestar, por motivo de vuestra firmeza en lo que creéis ser justo, y vuestro noble espíritu en el campo de batalla.
6 Por tanto, te escribo pidiendo que entreguéis vuestras ciudades, vuestras tierras y vuestras posesiones a este pueblo mío, antes que caiga sobre vosotros con la espada y os sobrevenga la destrucción.
7 O en otros términos, someteos y uníos a nosotros, y familiarizaos con nuestras obras asecretas, y convertíos en hermanos nuestros para que seáis iguales a nosotros; no nuestros esclavos, sino nuestros hermanos y consocios de toda nuestra substancia.
8 Y he aquí, te aafirmo con juramento que si hacéis esto, no seréis destruidos; pero si no hacéis esto, te aseguro con juramento que el mes que viene daré órdenes de que mis ejércitos vengan contra vosotros; y no detendrán su mano ni perdonarán, sino que os matarán y os herirán con la espada hasta que seáis aniquilados.
9 He aquí, soy Giddiani; y soy el caudillo de esta asociedad secreta de Gadiantón; y sé que esta sociedad y sus obras son bbuenas; y son de cfecha antigua y nos han sido transmitidas.
10 Y te escribo esta epístola, Laconeo, y confío en que entregaréis vuestras tierras y vuestras posesiones sin efusión de sangre, a fin de que recuperen sus derechos y gobierno los de mi pueblo, que se han separado de vosotros por causa de vuestra iniquidad al privarlos de sus derechos al gobierno; y a menos que hagáis esto, yo vengaré sus agravios. Soy Giddiani.
11 Y aconteció que cuando Laconeo recibió esta epístola, se asombró en extremo por motivo de la audacia de Giddiani en exigir la tierra de los nefitas, y también en amenazar al pueblo y vengar los agravios de aquellos que jamás habían recibido agravio alguno, a no ser que se hubieran aagraviado a sí mismos pasándose a aquellos perversos y abominables ladrones.
12 Mas he aquí, este Laconeo, el gobernador, era un hombre justo, y no se amedrentó por las amenazas y demandas de un aladrón; por tanto, no hizo caso de la epístola de Giddiani, el caudillo de los ladrones, antes bien, hizo que su pueblo le suplicara fuerza al Señor, para cuando los ladrones descendieran contra ellos.
13 Sí, envió una proclamación entre todo el pueblo de que juntasen a sus mujeres y a sus hijos, sus hatos y sus rebaños y toda su substancia, excepto sus terrenos, en un lugar.
14 E hizo que se construyeran fortificaciones alrededor de ellos, y que la fuerza de ellas fuese grande en extremo; e hizo que los ejércitos, tanto de los nefitas como de los lamanitas, o sea, de todos los que se contaban entre los nefitas, se colocasen alrededor como guardias para vigilarlos y para protegerlos de los ladrones día y noche.
15 Sí, y les dijo: Así como vive el Señor, a menos que os arrepintáis de todas vuestras iniquidades, e imploréis al Señor, de ningún modo seréis librados de las manos de esos ladrones de Gadiantón.
16 Y tan grandes y maravillosas fueron las palabras y las profecías de Laconeo, que infundieron temor en todo el pueblo; y se esforzaron con todo su vigor por obrar de acuerdo con las palabras de Laconeo.
17 Y sucedió que Laconeo nombró capitanes en jefe sobre todos los ejércitos de los nefitas para que los dirigiesen en la ocasión en que los ladrones salieran del desierto en contra de ellos.
18 Y fue nombrado el que había de ser el principal de todos los capitanes en jefe y comandante supremo de todos los ejércitos de los nefitas, y se llamaba aGidgiddoni.
19 Y era costumbre entre todos los nefitas escoger como capitanes en jefe (salvo en sus épocas de iniquidad) a alguno que tuviese el espíritu de revelación y también de aprofecía; por tanto, este Gidgiddoni era un gran profeta entre ellos, como también lo era el juez superior.
20 Y el pueblo dijo a Gidgiddoni: Ora al Señor, y subamos a las montañas y al desierto para caer sobre los ladrones y destruirlos en sus propias tierras.
21 Pero Gidgiddoni les dijo: No lo apermita el Señor; porque si marchásemos contra ellos, el Señor nos bentregaría en sus manos; por consiguiente, nos prepararemos en el centro de nuestras tierras y reuniremos a todos nuestros ejércitos; y no saldremos en contra de ellos, sino que esperaremos hasta que vengan contra nosotros; por tanto, así como vive el Señor que si así lo hacemos, él los entregará en nuestras manos.
22 Y sucedió que en el año diecisiete, hacia fines del año, la proclamación de Laconeo había circulado por toda la superficie de la tierra; y habían reunido sus caballos, y sus carros, y su ganado, y todos sus hatos y rebaños, y su grano, y todos sus bienes, y se dirigieron por miles y decenas de miles hasta que todos hubieron llegado al sitio que se había señalado para que se juntasen, a fin de defenderse de sus enemigos.
23 Y el lugar señalado fue la tierra de Zarahemla y la tierra que estaba entre la tierra de Zarahemla y la de Abundancia, sí, hasta la línea que corría entre la tierra de Abundancia y la tierra de Desolación.
24 Y hubo muchos miles de los que se llamaban nefitas que se congregaron en esta tierra; y Laconeo hizo que se reunieran en la tierra del sur por motivo de la gran maldición que había sobre la atierra del norte.
25 Y se fortificaron contra sus enemigos; y moraron en una región y como un solo grupo; y temieron las palabras que Laconeo había pronunciado, al grado de que se arrepintieron de todos sus pecados, y elevaban sus oraciones al Señor su Dios para que los alibrara en la ocasión en que sus enemigos vinieran a la batalla contra ellos.
26 Y estaban sumamente afligidos a causa de sus enemigos. Y Gidgiddoni mandó que hicieran aarmas de guerra de toda clase, y que se fortalecieran con armadura, y con escudos y con broqueles, según sus instrucciones.
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CAPÍTULO 4

Los ejércitos nefitas derrotan a los ladrones de Gadiantón—Matan a Giddiani y cuelgan a Zemnaríah, su sucesor—Los nefitas alaban al Señor por sus triunfos. Aproximadamente 19—22 d.C.

1 Y aconteció que a fines del año dieciocho, aquellos ejércitos de ladrones se habían apercibido para la batalla, y empezaron a bajar y a salir de las colinas, y de las montañas, y del desierto, y de sus fortalezas y sus lugares secretos, y empezaron a apoderarse de las tierras, tanto las que se hallaban en la tierra del sur como en la tierra del norte, y comenzaron a ocupar todos los terrenos que habían sido aabandonados por los nefitas, y las ciudades que habían quedado desiertas.

2 Mas he aquí, no había ni animales silvestres ni caza en aquellas tierras que los nefitas habían abandonado; y no había caza para los ladrones sino en el desierto.

3 Y los ladrones no podían subsistir sino en el desierto, por la falta de alimento; porque los nefitas habían dejado asoladas sus tierras, y habían recogido sus hatos y sus rebaños y todo cuanto tenían, y se hallaban reunidos en un solo grupo.

4 Por consiguiente, no había manera de que los ladrones robaran ni obtuvieran alimentos, a no ser que fueran a la batalla contra los nefitas; y los nefitas se hallaban en un solo grupo, y era grande su número, y se habían provisto de víveres y de caballos, y ganado, y rebaños de toda clase, para poder subsistir por el término de siete años, durante el cual tenían la esperanza de destruir a los ladrones de sobre la faz de la tierra; y así concluyó el año dieciocho.

5 Y sucedió que en el año diecinueve, Giddiani vio que era preciso que fuera a la batalla contra los nefitas, porque no tenían otro medio de subsistir sino por el robo, el pillaje y el asesinato.

6 Y no se atrevían a extenderse sobre la faz de la tierra para cultivar grano, no fuese que los nefitas cayeran sobre ellos y los mataran. De modo que Giddiani dio órdenes a sus ejércitos de que fueran a la batalla contra los nefitas ese año.

7 Y ocurrió que fueron a la batalla; y fue en el sexto mes; y he aquí, grande y terrible fue el día en que se presentaron para la batalla; e iban ceñidos a la manera de ladrones; y llevaban una piel de cordero alrededor de los lomos, y se habían teñido con sangre, y llevaban rapada la cabeza, y se habían cubierto con cascos; y grande y terrible era el aspecto de los ejércitos de Giddiani por causa de su armadura y por haberse teñido con sangre.

8 Y aconteció que cuando vieron la apariencia del ejército de Giddiani, todos los ejércitos de los nefitas cayeron al suelo, y alzaron sus voces al Señor su Dios para que los preservara y los librara de las manos de sus enemigos.

9 Y sucedió que cuando vieron esto, los ejércitos de Giddiani empezaron a gritar fuertemente a causa de su gozo, pues habían supuesto que los nefitas habían caído de miedo, por el terror de sus ejércitos.

10 Pero en esto se engañaron, porque los nefitas no les tenían miedo; pero sí atemían a su Dios, y le suplicaron su protección; por tanto, cuando los ejércitos de Giddiani los arremetieron, se hallaban preparados para resistirlos, sí, les hicieron frente con la fuerza del Señor.

11 Y empezó la batalla en este sexto mes; y grande y terrible fue la batalla, sí, grande y terrible fue la carnicería, a tal grado que nunca se había conocido tan grande mortandad entre todo el pueblo de Lehi desde que salió de Jerusalén.

12 Y no obstante las aamenazas y juramentos que había proferido Giddiani, he aquí, los nefitas los batieron, al grado que retrocedieron ante ellos.

13 Y ocurrió que aGidgiddoni dio órdenes de que sus ejércitos habían de perseguirlos hasta los confines del desierto, y que no perdonaran a ninguno de los que cayeran en sus manos por el camino; y así los persiguieron y los mataron hasta los confines del desierto, sí, hasta que hubieron cumplido las órdenes de Gidgiddoni.

14 Y sucedió que Giddiani, que se había sostenido y luchado con intrepidez, fue perseguido cuando huyó; y hallándose fatigado de tanto pelear, lo alcanzaron y lo mataron. Y así llegó a su fin Giddiani el ladrón.

15 Y aconteció que los ejércitos de los nefitas se volvieron a su plaza fuerte. Y se pasó ese año diecinueve, y los ladrones no volvieron a la batalla; ni volvieron tampoco en el año veinte.

16 Y ni en el año veintiuno vinieron a la batalla, sino que llegaron por todos lados para poner sitio al pueblo nefita; porque suponían que si aislaban al pueblo de Nefi de sus tierras, y los rodeaban por todas partes y les cortaban todos sus privilegios con el exterior, los obligarían a rendirse según sus deseos.

17 Y se habían nombrado a otro caudillo que se llamaba Zemnaríah; por tanto, fue Zemnaríah el que hizo que se pusiera el sitio.

18 Mas he aquí, esto resultó ventajoso para los nefitas; porque era imposible que los ladrones sostuvieran el sitio el tiempo suficiente para causar efecto alguno en los nefitas, por motivo de sus muchas provisiones que tenían almacenadas,

19 y por la falta de víveres entre los ladrones; pues he aquí, no tenían nada sino carne con qué subsistir, y obtenían esta carne en el desierto.

20 Y aconteció que escaseó la acaza en el desierto, a tal extremo que los ladrones estaban a punto de perecer de hambre.

21 Y los nefitas continuamente estaban haciendo salidas, de día y de noche, y cayendo sobre sus ejércitos, y destrozándolos por miles y por decenas de miles.

22 Y así se implantó en la gente de Zemnaríah el deseo de abandonar su proyecto, debido a la destrucción tan grande que les sobrevenía de día y de noche.

23 Y sucedió que Zemnaríah mandó a sus fuerzas que levantaran el sitio y emprendieran la marcha hacia las partes más lejanas de la tierra del norte.

24 Y Gidgiddoni, enterado de su propósito, y sabiendo de su debilidad, por motivo de la falta de víveres y el grande estrago que se había hecho entre ellos, envió, por tanto, sus tropas durante la noche y les cortó la retirada, y colocó a sus ejércitos por donde habían de retroceder.

25 E hicieron esto durante la noche, y se adelantaron a los ladrones, de modo que al amanecer, cuando éstos se pusieron en marcha, se encontraron con las fuerzas de los nefitas, tanto a su frente como a su retaguardia.

26 Y los bandidos que estaban hacia el sur también quedaron aislados de sus guaridas. Y todas estas cosas se hicieron por órdenes de Gidgiddoni.

27 Y hubo muchos miles de ellos que se entregaron como prisioneros a los nefitas, y al resto de ellos los mataron.

28 Y tomaron a Zemnaríah, su caudillo, y lo colgaron de un árbol, sí, de la copa del árbol hasta que murió. Y después de haberlo colgado, talaron el árbol y clamaron en alta voz, diciendo:

29 El Señor conserve a los de su pueblo en rectitud y en santidad de corazón, para que se eche por tierra a todos los que procuren matarlos por medio del poder y de las secretas combinaciones, tal como se ha echado por tierra a este hombre.

30 Y se regocijaron, y de nuevo clamaron a una voz, diciendo: El aDios de Abraham, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob proteja a este pueblo en justicia, en tanto que binvoque el nombre de su Dios, pidiéndole protección.

31 Y sucedió que prorrumpieron unánimes en cantos y aalabanzas a su Dios, por el gran beneficio que les había otorgado, guardándolos de caer en las manos de sus enemigos.

32 Sí, y clamaron: ¡aHosanna al Más Alto Dios! Y dieron voces, diciendo: ¡Bendito sea el nombre del Señor Dios bTodopoderoso, el Más Alto Dios!

33 Y sus corazones rebosaron de alegría, hasta el derramamiento de muchas lágrimas, por razón de la inmensa bondad de Dios en librarlos de las manos de sus enemigos; y sabían que había sido por su arrepentimiento y humildad que habían sido librados de una destrucción eterna.


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CAPÍTULO 5

Los nefitas se arrepienten y abandonan sus pecados—Mormón escribe la historia de su pueblo y le declara la palabra sempiterna—Israel será recogido de su larga dispersión. Aproximadamente 22—26 d.C.

1 Y he aquí, no hubo alma viviente, entre todo el pueblo de los nefitas, que dudara en lo más mínimo de las palabras que todos los santos profetas habían hablado; porque sabían que era necesario que se cumplieran.

2 Y sabían que era menester que Cristo hubiese venido, por motivo de las muchas señales que se habían dado, de acuerdo con las palabras de los profetas; y por causa de las cosas que ya se habían verificado, todos sabían que era necesario que se cumplieran todas las cosas de acuerdo con lo que se había hablado.

3 Por tanto, abandonaron todos sus pecados, y sus abominaciones, y sus fornicaciones, y sirvieron a Dios con toda diligencia de día y de noche.

4 Y después de haber tomado cautivos a todos los ladrones, a tal grado que no se escapó ninguno de los que no murieron, encerraron a sus presos en la prisión, e hicieron que se les predicase la palabra de Dios; y cuantos se arrepintieron de sus pecados e hicieron convenio de que no cometerían más asesinatos, fueron puestos en alibertad.

5 Pero todos cuantos no hicieron convenio y continuaron con aquellos asesinatos secretos en el corazón, sí, a todo el que hallaban profiriendo amenazas contra sus hermanos, lo condenaban y castigaban según la ley.

6 Y así acabaron con todas aquellas inicuas, secretas y abominables combinaciones, mediante las cuales se habían cometido tantas iniquidades y tantos asesinatos.

7 Y así había concluido el año aveintidós, y el año veintitrés también; y el veinticuatro y el veinticinco; y así habían pasado veinticinco años.

8 Y habían sucedido muchas cosas que, a los ojos de algunos, habían sido grandes y maravillosas; sin embargo, no todas se pueden escribir en este libro; sí, este libro no puede contener ni la acentésima parte de lo que se llevó a cabo entre tanta gente en el término de veinticinco años.

9 Pero he aquí, hay aanales que contienen todos los hechos de este pueblo; y Nefi hizo una narración más breve pero verdadera.

10 De manera que he escrito mi registro de estas cosas según los anales de Nefi, los cuales se grabaron sobre las planchas que se llamaban las planchas de Nefi.

11 Y he aquí, hago el registro sobre planchas que he hecho con mis propias manos.

12 Y he aquí, me llamo aMormón, llamado así por la btierra de Mormón, la tierra en la cual Alma estableció la iglesia entre el pueblo, sí, la primera iglesia que se estableció entre ellos después de su transgresión.

13 He aquí, soy discípulo de Jesucristo, el Hijo de Dios. He sido llamado por él para declarar su palabra entre los de su pueblo, a fin de que alcancen la vida eterna.

14 Y ha sido menester, de acuerdo con la voluntad de Dios, a fin de que se cumplan, según su fe, las oraciones de los que han muerto, que fueron santos, que yo haga una arelación de estas cosas que se han verificado;

15 sí, una breve historia de lo que ha transcurrido desde la época en que Lehi salió de Jerusalén, hasta el presente.

16 Así que hago mi narración de los anales que han escrito aquellos que fueron antes de mí, hasta que empezó mi época;

17 y luego hago una arelación de lo que he visto con mis propios ojos.

18 Y sé que el relato que hago es un relato cierto y verdadero; sin embargo, hay muchas cosas que, de acuerdo con nuestro idioma, no podemos aescribir.

19 Y ahora concluyo mis palabras concernientes a mí, y procedo a dar mi relato de las cosas que han ocurrido antes de mí.

20 Soy Mormón, y soy descendiente directo de Lehi. Tengo motivo para bendecir a mi Dios y a mi Salvador Jesucristo, porque sacó a nuestros padres de la tierra de Jerusalén (y anadie lo supo sino él y aquellos a quienes sacó de esa tierra), y porque nos ha dado, a mí y a mi pueblo, tanto conocimiento para la salvación de nuestras almas.

21 Ciertamente él ha bendecido a la acasa de bJacob, y ha sido cmisericordioso para con los descendientes de José.

22 Y al agrado que los hijos de Lehi han guardado sus mandamientos, él los ha bendecido y los ha hecho prosperar de acuerdo con su palabra.

23 Sí, y de seguro volverá a traer a un aresto de la posteridad de José al bconocimiento del Señor su Dios.

24 Y tan cierto como vive el Señor, areunirá de las cuatro partes de la tierra a todo el resto de los descendientes de Jacob que se hallan dispersos sobre toda la superficie de la tierra.

25 Y tal como ha hecho convenio con toda la casa de Jacob, así se cumplirá, en su debido tiempo, el convenio que ha concertado con la casa de Jacob, para la arestauración de toda la casa de Jacob al conocimiento del convenio que él ha hecho con ellos.

26 Y entonces aconocerán a su Redentor, que es Jesucristo, el Hijo de Dios; y entonces serán recogidos de las cuatro partes de la tierra a sus propios países, de donde han sido dispersados; sí, así como vive el Señor, así sucederá. Amén.


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CAPÍTULO 6

Los nefitas prosperan—Surgen el orgullo, las riquezas y la distinción de clases—La Iglesia se deshace por motivo de las disensiones—Satanás lleva al pueblo a rebelarse abiertamente—Muchos profetas proclaman el arrepentimiento y son muertos—Sus asesinos conspiran para apoderarse del gobierno. Aproximadamente 26—30 d.C.
1 Y sucedió que en el año veintiséis los nefitas volvieron todos a sus propias tierras, todo hombre con su familia, sus rebaños y hatos, sus caballos y su ganado, y cuantas cosas le pertenecían.
2 Y aconteció que no habían consumido todas sus provisiones; por tanto, llevaron consigo todo cuanto no habían comido, de todo su grano de todas clases, y su oro, y su plata y todas sus cosas preciosas, y volvieron a sus propias tierras y posesiones, tanto hacia el norte como hacia el sur, así en la tierra del norte como en la tierra del sur.
3 Y a los ladrones que habían hecho convenio de observar la paz de la tierra, que deseaban seguir siendo lamanitas, les concedieron terrenos, según su número, a fin de que mediante su trabajo tuvieran de qué vivir; y así establecieron la paz en toda la tierra.
4 Y de nuevo empezaron a prosperar y a hacerse grandes; y pasaron los años veintiséis y veintisiete, y hubo gran orden en la tierra; y habían formulado sus leyes de acuerdo con la equidad y la justicia.
5 Y no había nada en toda la tierra que impidiera que el pueblo prosperase continuamente, a no ser que cayeran en transgresión.
6 Y fueron Gidgiddoni y el juez Laconeo y los que habían sido nombrados jefes, los que establecieron esta paz tan grande en la tierra.
7 Y sucedió que hubo muchas ciudades que se construyeron de nuevo, y se repararon muchas ciudades antiguas.
8 Y se construyeron muchas calzadas, y se abrieron muchos caminos que conducían de ciudad a ciudad, de tierra a tierra y de un sitio a otro.
9 Y así se pasó el año veintiocho, y la gente tuvo paz continua.
10 Pero aconteció que en el año veintinueve empezaron a surgir algunas disputas entre los del pueblo; y algunos se ensalzaron hasta el aorgullo y la jactancia, por razón de sus sumamente grandes riquezas, sí, al grado de causar grandes persecuciones;
11 porque había muchos comerciantes en la tierra, y también muchos abogados y muchos oficiales.
12 Y empezó el pueblo a distinguirse por clases, según sus ariquezas y sus oportunidades para instruirse; sí, algunos eran ignorantes a causa de su pobreza, y otros recibían abundante instrucción por motivo de sus riquezas.
13 Algunos se ensalzaban en el orgullo, y otros eran sumamente humildes; unos devolvían injuria por injuria, mientras que otros sufrían injuria y apersecución y toda clase de aflicciones, y no se volvían e binjuriaban a su vez, sino que eran humildes y contritos delante de Dios.
14 Y así surgió una gran desigualdad en toda la tierra, de tal modo que empezó a deshacerse la iglesia; sí, a tal grado que en el año treinta se deshizo la iglesia en toda la tierra, con excepción de entre unos pocos lamanitas que se habían convertido a la verdadera fe; y no quisieron separarse de ella, porque eran firmes, inquebrantables e inmutables; y estaban dispuestos a guardar los mandamientos del Señor con toda adiligencia.
15 Ahora bien, la causa de esta iniquidad del pueblo era ésta: Satanás tenía gran poder, al grado de incitar a los del pueblo a cometer toda clase de iniquidades y a inflarlos de orgullo, tentándolos a que procuraran poder, y autoridad, y riquezas, y las cosas vanas del mundo.
16 Y así desvió Satanás el corazón del pueblo para que cometiera todo género de iniquidades; de modo que no había gozado de paz sino pocos años.
17 Y así, al principiar el año treinta —habiendo sido entregados los del pueblo, durante mucho tiempo, a ser llevados por las atentaciones del diablo doquier que él quería llevarlos, y a cometer cualquier iniquidad que él deseaba— a principios de este año, el año treinta, se hallaban en un estado de terrible iniquidad.
18 Y no pecaban en la aignorancia, porque conocían la voluntad de Dios tocante a ellos, pues se la habían enseñado; de modo que se brebelaban intencionalmente contra Dios.
19 Y fue en los días de Laconeo, hijo de Laconeo, porque ocupaba Laconeo el asiento de su padre y gobernaba al pueblo ese año.
20 Y empezó a haber hombres ainspirados del cielo y enviados, que anduvieron entre el pueblo en toda la tierra, predicando y testificando intrépidamente de los pecados e iniquidades del pueblo, y testificándoles concerniente a la redención que el Señor haría por su pueblo, o en otros términos, la resurrección de Cristo; y testificaron intrépidamente acerca de su bmuerte y sus padecimientos.
21 Y hubo muchos de los del pueblo que se enojaron en extremo a causa de aquellos que testificaban de estas cosas; y los que se enojaban eran principalmente los jueces superiores y aquellos que ahabían sido sumos sacerdotes y abogados; sí, todos aquellos que eran abogados se irritaron contra los que daban testimonio de estas cosas.
22 Y no había abogado, ni juez, ni sumo sacerdote, que tuviera el poder para condenar a muerte a una persona, a menos que el gobernador de la tierra firmara la sentencia.
23 Y hubo muchos de aquellos que testificaron de las cosas concernientes a Cristo, y que testificaron intrépidamente, a quienes los jueces prendieron y ejecutaron secretamente, de modo que el conocimiento de su muerte no llegó al gobernador de la tierra sino hasta después de estar muertos.
24 Y ahora bien, he aquí, esto era contrario a las leyes de la tierra, que se le quitara la vida a un hombre a menos que se tuviera autorización del gobernador de la tierra.
25 Por tanto, se presentó una queja en la tierra de Zarahemla, ante el gobernador de la tierra, contra esos jueces que habían condenado a muerte a los profetas del Señor en contravención de la ley.
26 Y sucedió que los tomaron y los llevaron ante el juez para ser juzgados del crimen que habían cometido, según la aley que había sido dada por el pueblo.
27 Y aconteció que aquellos jueces tenían muchos amigos y parientes; y el resto, sí, casi todos los abogados y sumos sacerdotes se juntaron y se unieron a los parientes de aquellos jueces que iban a ser juzgados según la ley.
28 E hicieron aconvenio unos con otros, sí, ese convenio que imponían los de la antigüedad, convenio que el bdiablo dio y administró para combinarse contra toda rectitud.
29 De modo que se combinaron contra el pueblo del Señor, e hicieron convenio de destruirlo y de librar del poder de la justicia, que estaba a punto de administrarse de acuerdo con la ley, a aquellos que eran culpables de asesinato.
30 Y desafiaron la ley y los derechos de su patria; e hicieron convenio uno con otro de destruir al gobernador y de establecer un arey sobre la tierra, a fin de que ya no fuese libre, sino que estuviera sujeta a reyes.
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CAPÍTULO 7

Asesinan al juez superior, destruyen el gobierno, y el pueblo se divide en tribus—Jacob, un anticristo, llega a ser rey de una confederación de tribus—Nefi predica el arrepentimiento y la fe en Cristo—Ángeles le ministran diariamente y él levanta a su hermano de los muertos—Muchos se arrepienten y son bautizados. Aproximadamente 30—33 d.C.
1 Ahora bien, he aquí, os mostraré que no establecieron rey en la tierra; pero en este mismo año, sí, en el año treinta, destruyeron sobre el asiento judicial, sí, asesinaron al juez superior de la tierra.
2 Y hubo división entre el pueblo, unos en contra de otros; y se separaron los unos de los otros en tribus, cada hombre según su familia y sus parientes y amigos; y así destruyeron el gobierno de la tierra.
3 Y cada tribu nombró a un jefe o caudillo para que la gobernase; y así se convirtieron en tribus y jefes de tribus.
4 Y he aquí, no había hombre entre ellos que no tuviese mucha familia y muchos parientes y amigos; por tanto, sus tribus llegaron a ser sumamente grandes.
5 Y se hizo todo esto, y aún no había guerras entre ellos; y toda esta iniquidad había venido sobre el pueblo porque se había aentregado al poder de Satanás.
6 Y fueron destruidos los reglamentos del gobierno, debido a las acombinaciones secretas de los amigos y parientes de aquellos que habían asesinado a los profetas.
7 Y causaron una fuerte contención en la tierra, al grado de que casi toda la parte más justa del pueblo se había vuelto inicua; sí, entre ellos no había sino unos pocos hombres justos.
8 Y así, no habían transcurrido ni seis años, cuando ya la mayor parte del pueblo se había apartado de su rectitud, como el perro que vuelve a su avómito, o la puerca a revolcarse en el fango.
9 Y los de esta combinación secreta, que habían traído tan grande iniquidad sobre el pueblo, se reunieron y pusieron a la cabeza de ellos a un hombre que llamaban Jacob;
10 y lo llamaron su rey; por tanto, quedó constituido en rey de esta banda perversa; y era uno de los principales que habían alzado la voz contra los profetas que testificaron de Jesús.
11 Y sucedió que no eran tan fuertes en número como lo eran las tribus del pueblo, que se mantenían unidas, salvo que eran sus jefes los que establecían sus leyes, cada cual según su tribu; no obstante, eran enemigos; pero a pesar de que no eran una gente justa, estaban unidos, sin embargo, en su odio por los que habían hecho pacto para destruir el gobierno.
12 Por lo que Jacob, viendo que sus enemigos eran más numerosos que ellos, siendo rey de la banda, mandó, por tanto, a los de su pueblo que huyeran a la parte más lejana del norte, y allí establecieran un areino para sí mismos, hasta que se unieran a ellos los disidentes (porque los halagó, diciéndoles que habría muchos disidentes), y tuvieran la fuerza suficiente para luchar contra las tribus del pueblo; y así lo hicieron.
13 Y fue tan rápida su marcha, que no se pudo impedir hasta que ya habían avanzado fuera del alcance del pueblo. Y así concluyó el año treinta; y así se hallaban los asuntos del pueblo de Nefi.
14 Y aconteció que en el año treinta y uno se hallaban divididos en tribus, cada hombre según su familia, parientes y amigos; no obstante, habían llegado a un acuerdo de que no irían a la guerra unos contra otros; pero no estaban unidos en lo que concernía a sus leyes y su sistema de gobierno, porque se habían establecido según la voluntad de los que eran sus jefes y sus caudillos. Pero sí establecieron leyes muy estrictas de que una tribu no debía agraviar a otra; de modo que hasta cierto punto tuvieron paz en la tierra; no obstante, sus corazones se apartaron del Señor su Dios, y apedreaban a los profetas y los echaban fuera de entre ellos.
15 Y sucedió que aNefi —habiéndolo visitado ángeles, y también la voz del Señor; por tanto, habiendo visto ángeles, y siendo testigo ocular, y habiéndosele dado poder para saber concerniente al ministerio de Cristo, y siendo también testigo ocular del rápido retroceso del pueblo de la rectitud a sus iniquidades y abominaciones;
16 afligido, pues, por la dureza de sus corazones y la ceguedad de sus mentes— salió entre ellos ese mismo año, y empezó a proclamar, osadamente, el arrepentimiento y la remisión de los pecados por medio de la fe en el Señor Jesucristo.
17 Y les ministró muchas cosas a ellos; y no todas se pueden escribir, y parte de ellas no bastaría; por tanto, no se escriben en este libro. Y Nefi ministró con apoder y gran autoridad.
18 Y aconteció que se enojaron con él, sí, porque tenía mayor poder que ellos; pues ano era posible que descreyeran sus palabras, pues tan grande era su fe en el Señor Jesucristo que ángeles le ministraban diariamente.
19 Y en el nombre de Jesús echaba fuera demonios y aespíritus inmundos; y aun levantó a un hermano suyo de los muertos, después que el pueblo lo hubo apedreado y matado.
20 Y el pueblo lo vio y lo presenció, y se irritó contra él a causa de su poder; y también obró él amuchos otros milagros en el nombre de Jesús a la vista del pueblo.
21 Y aconteció que concluyó el año treinta y uno, y no hubo sino unos pocos que se convirtieron al Señor; pero cuantos se convirtieron, manifestaron en verdad al pueblo que los había visitado el poder y el Espíritu de Dios que había en Jesucristo, en quien creían.
22 Y todos aquellos de quienes echaron demonios, y fueron sanados de sus enfermedades y sus dolencias, manifestaron con toda verdad al pueblo que el Espíritu de Dios había obrado en ellos, y que habían sido sanados; y también mostraron señales y efectuaron algunos milagros entre el pueblo.
23 Y así concluyó el año treinta y dos también. Y al principiar el año treinta y tres, Nefi clamó a los del pueblo, y les predicó el arrepentimiento y la remisión de pecados.
24 Ahora bien, quisiera que recordaseis también, que no hubo ni uno de los que llegaron a arrepentirse que no fuese abautizado en el agua.
25 Por tanto, Nefi ordenó a hombres a este ministerio, a fin de que cuantos viniesen a ellos fuesen bautizados en el agua; y esto como atestación y testimonio ante Dios, y para el pueblo, de que se habían arrepentido y habían recibido la aremisión de sus pecados.
26 Y hubo muchos, al comenzar este año, que se bautizaron para arrepentimiento; y así pasó la mayor parte del año.
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CAPÍTULO 8

Tempestades, terremotos, incendios, torbellinos y convulsiones naturales testifican de la crucifixión de Cristo—Muchas personas son destruidas—Las tinieblas cubren la tierra durante tres días—Los sobrevivientes lamentan su destino. Aproximadamente 33—34 d.C.

1 Ahora bien, aconteció que según nuestros anales, y sabemos que son verdaderos, porque, he aquí, un hombre justo llevaba los anales, porque en verdad hizo muchos amilagros en el bnombre de Jesús, y no había hombre alguno que pudiera hacer un milagro en el nombre de Jesús, a menos que estuviese enteramente limpio de su iniquidad;

2 sucedió, pues, que si este hombre no se equivocó en el cálculo de nuestro tiempo, el año atreinta y tres había pasado;

3 y el pueblo se puso a aguardar con gran anhelo la señal que había dado el profeta Samuel el Lamanita, sí, la ocasión en que habría tres días de atinieblas sobre la faz de la tierra.

4 Y empezaron a surgir graves dudas y disputas entre el pueblo, a pesar de tantas aseñales que se habían manifestado.

5 Y sucedió que en el año treinta y cuatro, en el cuarto día del primer mes, se desató una gran tormenta, como jamás se había conocido en toda la tierra.

6 Y hubo también una grande y horrenda tempestad; y hubo terribles atruenos de tal modo que bsacudían toda la tierra como si estuviera a punto de dividirse.

7 Y hubo relámpagos extremadamente resplandecientes, como nunca se habían visto en toda la tierra.

8 Y se incendió la aciudad de Zarahemla.

9 Y se hundió la ciudad de Moroni en las profundidades del mar, y sus habitantes se ahogaron.
10 Y se amontonó la tierra sobre la ciudad de Moroníah, de modo que en lugar de la ciudad, apareció una enorme montaña.

11 Y hubo una destrucción grande y terrible en la tierra del sur.

12 Pero he aquí, hubo una destrucción mucho más grande y terrible en la tierra del norte; pues he aquí, toda la faz de la tierra fue alterada por causa de la tempestad, y los torbellinos, y los truenos, y los relámpagos, y los sumamente violentos temblores de toda la tierra;

13 y se rompieron las acalzadas, y se desnivelaron los caminos, y muchos terrenos llanos se hicieron escabrosos.

14 Y se ahundieron muchas grandes y notables ciudades, y muchas se incendiaron, y muchas fueron sacudidas hasta que sus edificios cayeron a tierra, y sus habitantes murieron, y los sitios quedaron desolados.

15 Y hubo algunas ciudades que permanecieron; pero el daño que sufrieron fue sumamente grande, y muchos de sus habitantes murieron.

16 Y hubo algunos que fueron arrebatados por el torbellino; y nadie sabe a dónde fueron a parar, sólo saben que fueron arrebatados.

17 Y así quedó desfigurada la superficie de toda la tierra por motivo de las tempestades, y los truenos, y los relámpagos, y los temblores de tierra.

18 Y he aquí, las arocas se partieron; fueron despedazadas sobre la superficie de toda la tierra, de tal modo que se hallaron hechas pedazos, y partidas y hendidas, sobre toda la faz de la tierra.

19 Y aconteció que cuando cesaron los truenos, y los relámpagos, y la tormenta, y la tempestad, y los temblores de la tierra —pues he aquí, duraron como unas atres horas; y algunos dijeron que fue más tiempo; no obstante, todas estas grandes y terribles cosas acontecieron en el espacio de unas tres horas— he aquí, entonces hubo tinieblas sobre la faz de la tierra.

20 Y sucedió que hubo densa obscuridad sobre toda la faz de la tierra, de tal manera que los habitantes que no habían caído podían asentir el bvapor de tinieblas;

21 y no podía haber luz por causa de la obscuridad, ni velas, ni antorchas; ni podía encenderse el fuego con su leña menuda y bien seca, de modo que no podía haber ninguna luz.

22 Y no se veía luz alguna, ni fuego, ni vislumbre, ni el sol, ni la luna, ni las estrellas, por ser tan densos los vapores de obscuridad que había sobre la faz de la tierra.

23 Y sucedió que duró por el espacio de atres días, de modo que no se vio ninguna luz; y hubo grandes lamentaciones, gritos y llantos continuamente entre todo el pueblo; sí, grandes fueron los gemidos del pueblo por motivo de las tinieblas y la gran destrucción que les había sobrevenido.

24 Y en un lugar se les oía lamentarse, diciendo: ¡Oh, si nos hubiésemos arrepentido antes de este grande y terrible día, y entonces se habrían salvado nuestros hermanos, y no se hubieran quemado en aquella gran ciudad de aZarahemla!

25 Y en otro lugar se les oía quejarse y lamentarse, diciendo: ¡Oh, si nos hubiésemos arrepentido antes de este grande y terrible día, y no hubiésemos matado y apedreado y echado fuera a los profetas, entonces nuestras madres y nuestras bellas hijas y nuestros niños habrían sido preservados, y no enterrados en esa gran ciudad de Moroníah! Y así, grandes y terribles eran los gemidos del pueblo.